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  • The 2017 Global Award for Entrepreneurship Research goes to Hernando de Soto

    The 2017 Global Award for Entrepreneurship Research goes to Hernando de Soto

    The Global Award for Entrepreneurship Research is the most prominent international award in entrepreneurship research with a price sum of EUR 100,000. De Soto’s analyses have had tremendous influence on policy throughout the world and were a main source of inspiration for the World Bank’s Doing Business program. Read More
  • 2017 Award Winner

    2017 Award Winner

    Hernando de Soto Peru  Institute for Liberty and Democracy For developing a new understanding of the institutions that underpin the informal economy as well as the role of property rights and entrepreneurship in converting the informal economy into the formal sector.   Read More
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LIMA – Colombia ha estado luchando contra el terrorismo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) por los últimos 52 años y, sin embargo, aún no ha ganado la guerra. A principios de octubre la mayoría de los colombianos rechazaron el plan del gobierno del presidente Santos para pacificar el país.

El Perú, por su parte, venció al terrorismo de Sendero Luminoso en menos de doce años (de 1980 a 1992) y más del 85% de su población aprobó esta victoria.

¿Por qué? Por dos razones.

Primero, los peruanos se enfocaron en crear derechos para los más pobres que estaban bajo el control (asedio) de los terroristas –tal y como lo enunciaron los acuerdos de 1991 entre el Perú, Estados Unidos y las Naciones Unidas–. Mientras que en el caso del presidente Santos, a pesar de sus buenas intenciones, sus esfuerzos culminaron en un plan de paz enfocado en crear derechos para los terroristas.

Segundo, el gobierno peruano nunca compartió con los terroristas su derecho soberano para crear normas ni negoció fuera de sus fronteras sobre el control de su territorio nacional, por lo que se ganó el apoyo patriótico de sus ciudadanos. Contrariamente, Santos cedió parte de la soberanía de su país a los terroristas (zonas del territorio, representantes políticos no elegidos, medios de comunicación e impunidad). Fueron tratados como iguales en negociaciones auspiciadas por un gobierno extranjero de facto y con agenda propia, llamado Cuba.

Y no es que el gobierno peruano haya estado en una posición de supremacía: en 1987, el 60% de su territorio estaba en estado de emergencia y tanto la Corporación Rand como el Departamento de Defensa de los Estados Unidos predecían que para inicios de 1992 Sendero Luminoso podría obtener una victoria total.

Lo que permitió que los peruanos desarrolláramos una estrategia ganadora fue que nos dimos cuenta de que, aunque los terroristas eran extremadamente impopulares entre la gente –como lo son en Colombia– y que no controlaban realmente grandes extensiones del territorio nacional, su éxito consistía en su habilidad para operar a partir de bastiones inexpugnables en áreas clave donde no se les podía distinguir de la población local. Los pobladores no estaban dispuestos a denunciar ante las autoridades a los terroristas que convivían con ellos.

Gradualmente, hacia 1990, nos dimos cuenta de que la razón por la que agricultores y mineros pobres eran renuentes a identificar a los terroristas, era porque estos protegían los derechos de los pobres, documentados en 182 registros informales encontrados principalmente en las localidades devastadas por la guerra, como Ayacucho, Cusco, Apurímac, Junín, San Martín y Huánuco.

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